Publicado por Roberto Mendoza Ruiz en / 0 Comentarios
El bosque era mi hogar. Yo vivía allí y me gustaba mucho. Siempre trataba de mantenerlo ordenado, limpio y arreglado.
Entonces, un día soleado, en la mañana, mientras estaba recogiendo las basuras dejadas por unos excursionistas, oí unos pasos. Me escondí detrás de un árbol y vi llegar a una niña, más bien fea que venía por el camino con un cesto colgado del brazo. La niña me pareció sospechosa por la forma tan curiosa como iba vestida: toda de rojo y su cabeza cubierta por una capucha, como si no quisiera que nadie la viese o supiese quien era. Caminaba feliz y comenzó a cortar las flores de nuestro bosque, sin pedir permiso a nadie, quizás ni se le ocurrió que estas flores no le pertenecían. Naturalmente, me puse a investigar y la paré para averiguar algo. Le pregunté quién era, de dónde venía, a dónde iba, y todo eso, a lo que ella me contestó, cantando y bailando, una historia sobre su abuela, a la que según dijo, iba a ver a su casa con una canasta de comida para el almuerzo. En principio me pareció una persona honesta, pero estaba en mi bosque, con un aspecto sospechoso con su extraño atuendo, cortando flores y de repente, sin ningún remordimiento, mató a un mosquito que volaba libremente, pues el bosque también era para él. Así que decidí darle una lección y enseñarle lo serio que es meterse en el bosque sin anunciarse antes y comenzar a maltratar a sus habitantes.
La dejé seguir su camino y corrí a la casa de la abuelita. Cuando llegué me abrió la puerta una simpática viejecita. Le expliqué la situación y ella estuvo de acuerdo en que su nieta merecía una lección por descuidada. La abuelita estuvo de acuerdo en esconderse hasta que yo la llamase y aceptó permanecer fuera de la vista.
Cuando la niña llegó la invité a entrar al dormitorio donde yo estaba acostado vestido con la ropa de la abuelita. La niña entró toda sonrosada, y dijo algo muy desagradable acerca de mis grandes orejas. Como ya me han insultado otras veces así, lo tomé lo mejor que pude, así que traté de ser amable y le dije que mis grandes orejas eran para oírla mejor. Lo que quería decirle, es que la apreciaba y la estaba prestando mucha atención a lo que estaba diciendo… pero a continuación, ella hizo otra observación insultante acerca de mis ojos saltones. Pueden hacerse una idea, de cómo me estaba empezando a poner la niñita. Comprenderán que empecé a sentirme enojado. La niña mostraba una apariencia tierna y agradable, en apariencia tan educada, pero comenzaba a caerme antipática. Sin embargo pensé que debía poner la otra mejilla y le dije que mis grandes ojos me ayudaban a verla mejor. Pero su siguiente insulto de verdad que me llegó al alma, ese sí que me encolerizó. Ya saben el problema que tengo con mis grandes, feos y salidos dientes…, pues la niñita, me soltó una broma muy insultante y realmente grosera sobre ellos.
Sé que debería haberme controlado pero lo cierto, es que salté de la cama y le gruñí enseñándole toda mi dentadura y gritándole que eran así de grande para comérmela mejor.
Ahora, hablando en serio, todo el mundo sabe, que ningún lobo se comería jamás a ninguna niña. Pero la muy estúpida empezó a correr por toda la habitación gritando mientras yo corría detrás suya tratando de calmarla. Como tenía puesta la ropa de la abuelita y me molestaba para correr me la quité, pero esto empeoró las cosas mucho más. La niña gritó aun más, y de repente la puerta se abrió con un gran estrépito y apareció un enorme leñador con un hacha enorme y afilada. Yo lo miré y me di cuenta que me había metido en un buen lío y comprendí que corría peligro, así que salté por la ventana que estaba abierta y escapé corriendo.
Me gustaría decirles que éste es el final del cuento, pero desgraciadamente no es así. La abuelita jamás contó mi parte de la historia y no pasó mucho tiempo sin que se corriera la voz de que yo era un lobo malo y peligroso. Todo el mundo comenzó a evitarme y a odiarme.
Desconozco que le sucedió a esa niña tan antipática y vestida de forma tan rara, pero lo que si es cierto es que yo no he vuelto a vivir feliz después de encontrarme con ella, y por supuesto jamás pude contar mi versión. Ahora ya la conocen…